no sé por dónde empezar para describir lo que sentí en Lambayeque. Nunca había soñado con conocerlo, sabía poco de ese departamento, y lo poco que sabía era que CHiclayo estaba plagado de choros; felizmente eso era mentira y realmente la ignorancia me estaba quitando la oportunidad de conocer este paraiso poco difundido en mi país. Un king kong fresco, champús diario y calientito, cachangas a granel, personas sonrientes, tradiciones vivas, huacas parlantes, marineras sin perfume, y el inevitable rostro de una cultura que a pesar de los siglos yo podía ver latente en la fisonomía y el espíritu de los pobladores...ese es el Lambayeque de mis amores.
MONSEFÚ
. el cabrito a la norteña no es tan barato como uno pensaría, sin embargo, es el verdadero, el hecho con gusto a loche y chicha de jora...en monsefú, se puede ver el rostro del antiguo peruano: ojos grandes, ojeras, cara redonda, piel morena y pelo oscuro y grueso...pude ver el rostro y el cuerpo de las mujeres que me antecedieron,esas que no van a la moda, sino que aún mantienen sus vestidos hecho a mano con tela made in gamarra de colores pastel...
1 comentario:
muchas gracias por compartir este importante dato, un abrazo
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